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Pablo Foncillas

Profesor y divulgador

La energía siempre ha condicionado nuestra forma de vivir. A lo largo de la historia, su uso ha evolucionado y en la actualidad nos encontramos en un proceso sin retorno de transición energética hacia un escenario de descarbonización del planeta, si queremos salvarlo -y salvarnos- de los estragos del cambio climático.
La energía es uno de los grandes vectores de cambio social en los años venideros. El sector energético está inmerso en una transformación de gran alcance, respaldada por una revolución tecnológica que, junto a la digital, va a modificar nuestra forma de vivir y la manera en cómo nos relacionamos con los recursos energéticos.

En los últimos años, estamos viviendo una carrera para cambiar la tecnología de generación eléctrica tradicional por producción renovable, con la ambición de reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles. Una apuesta tan lícita como imprescindible, pero que tiene un punto débil: estas tecnologías requieren viento y sol, dos recursos que no están disponibles en tiempo y forma cuando los requerimos, si no cuando la naturaleza tiene a bien proporcionarlos.

Es cierto que la energía renovable ha llegado a dar resultados extraordinarios: Alemania, en 2018, pudo abastecerse durante unas horas sólo con renovables, y Dinamarca, en 2015, hizo lo mismo durante un día. Pero, ¿y el resto del año?

Esta debilidad de la eólica y la solar en cuanto a disponibilidad se podría solventar fácilmente si fuéramos capaces de almacenar la energía. Sin embargo, a día de hoy todavía no disponemos de baterías competitivas en coste que resuelvan esta necesidad. Y tampoco está plenamente desarrollado el hidrógeno, uno de los gases renovables del futuro, que nos permitirá almacenar la electricidad renovable para hacer una gestión estacional óptima.

Mientras estos desarrollos tecnológicos llegan, debemos ser capaces de armar un sistema de apoyo que nos garantice la energía que queremos, en la cantidad además del lugar que necesitamos y cuando la deseemos. Una que además sea fácil de encender y apagar, dando flexibilidad al sistema. Sencillo, ¿verdad?

Curiosamente este punto está resuelto. Esta seguridad la ofrece la generación en ciclos combinados de gas natural, una tecnología madura y disponible, que ejerce este papel de garante del sistema. A pesar de que goza de las ventajas comentadas está injustamente tratada desde el punto de vista económico y social. Económico porque no se le acaba de reconocer su papel en el sistema, y social porque es una tecnología que, aunque menos que otros sistemas productivos, continúa generando emisiones. Parece que es un modelo útil hasta que, gracias a la tecnología, desarrollemos otro mejor, momento en el que podremos dejar de utilizar estos ciclos combinados. 

Llegados a este punto, y si retomamos la idea inicial de la descarbonización, es muy importante aclarar que descarbonizar no significa dejar de generar emisiones. 
El concepto “emisiones cero” es maravilloso, pero en la actualidad es utópico. Por un lado, porque construir e instalar paneles solares y aerogeneradores también genera emisiones, y, para ser honestos, deberíamos pensar en emisiones cero en toda la cadena de producción. Y porque, como decía antes, necesitamos tecnologías flexibles para compensar la intermitencia del sol y el viento. Por lo tanto, tal vez tenga más sentido hablar de “neutralidad de emisiones”: el CO2 que generamos, lo compensamos con el que reducimos. 

Es complicado aventurar cuál será el modelo energético para un futuro sostenible, por lo que tenemos que estar abiertos a valorar todas las alternativas posibles. Y lo que es también muy importante, debemos hacerlo sin improvisar, porque en el sector energético las inversiones que hay que acometer son elevadas e inmóviles, y los plazos de implantación largos y con procesos complejos. 

En cualquier caso, tengo claro que debemos trabajar con la cabeza fría para disponer de la mejor tecnología, la más limpia, y que además no falle, para que entre todos podamos lograr el mejor equilibrio entre la salud del planeta y nuestras necesidades como sociedad.