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Martí Pachamé

Profesor de EAE Business School

Una de las principales funciones del FMI es garantizar la estabilidad financiera, puesto que ésta es, precisamente, la clave de bóveda vital para asegurar el resto de objetivos, entre los que se encuentran, promover un empleo elevado y el crecimiento económico.

California es zona propicia a los terremotos y el que ha protagonizado el SVB, aunque no haya provocado, por suerte, desgracias entre las personas, ha sido de los importantes. Como todo terremoto, era previsible que produjera réplicas y éstas ya han aparecido en otros bancos medianos norteamericanos.

La responsabilidad del sismo en los mercados financieros es atribuible a la política monetaria llevada a cabo por la FED subiendo tipos de interés y a los problemas de financiación de las empresas tecnológicas del Valle, clientes principales de SVB que, necesitadas de liquidez, procedieron a retirar cantidades importantes del banco californiano.

Al otro lado del Atlántico, unas declaraciones desafortunadas por parte del presidente del Banco Nacional Saudí asegurando que no iban a invertir más en Credit Suisse, que provocaron un descenso del 24% en las acciones del banco suizo y que han supuesto su dimisión, aportaron su grano de arena a la volatilidad del mercado.

No hay nada más miedoso que un dólar se argumenta a menudo, y seguramente es cierto vista la reacción de los mercados ante la situación de estrés creada en pocos días. De pronto todas  las alarmas saltaron y los inversores se lanzaron en tropel a deshacer sus posiciones en el sector bancario y en el resto de sectores con posibles implicaciones directas o indirectas. El efecto contagio amenazaba un inicio de ejercicio marcado por la esperanza de una recuperación de los mercados después de unos ejercicios bastante complicados.

El FMI ha constatado esa volatilidad y, obviamente, se ha puesto en alerta, es su obligación, como es la obligación de los bancos centrales disponer las medidas necesarias para cortar la hemorragia lo antes posible.

La experiencia del 2007-2008, en este caso, ha sido provechosa. Las limitaciones e impedimentos legales que en su momento impidieron una actuación contundente durante la crisis de la subprime, no han supuesto esta vez un freno a una rápida actuación de los bancos centrales. Además, nos ha beneficiado el hecho que la crisis actual sea más comprensible, desde el punto de vista bancario, al ser una entidad afectada por el riesgo de tipo de interés.

Es de esperar que, por lo tanto, la rápida actuación de los bancos centrales haya supuesto un freno a la incertidumbre creada aunque, no obstante, el riesgo permanece puesto que la causa que ha generado esta situación se mantiene: la subida de los tipos de interés para luchar contra la inflación.

Los bancos centrales tienen una posición muy incómoda, si reducen la presión sobre los tipos, el mercado puede interpretar que hay muchos más bancos a los que puede afectar el riesgo de tipo de interés provocando una oleada de quiebras sobre todo entre los bancos pequeños y medianos en los EEUU y si la mantienen, la presión sobre los balances de esas mismas entidades se incrementará, puesto que la duración del pasivo de los bancos es menor que la de su activo y eso puede provocar tensiones de tesorería. Si los problemas de liquidez derivaran en problemas de solvencia sí que sería preocupante y volveríamos a escenarios que no deseamos.

Por lo que, tanto los bancos centrales como el FMI, deben extremar la prudencia y enviar mensajes tranquilizadores y de absoluto apoyo al sistema financiero internacional. No hay nada más importante, en este momento, que recuperar la confianza.