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Julio Bruno

Inversor, empresario y consejero estratégico

Desde la perspectiva del siglo XXI no entendemos un mundo en el que las mujeres, como colectivo, tengan que ser “autorizadas” a participar en la vida política y social de sus países con plenos derechos. Según escribo esta frase me suena mal y raro en el año 2022, pero desgraciadamente esa es la realidad. No fue hasta 1948, hace apenas 74 años, que el sufragio femenino fue reconocido internacionalmente en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en su artículo 21. Sin embargo, esto fue solo el principio ya que no fue hasta 1954 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Convención Sobre los Derechos Políticos de la Mujer que, basándose en el artículo 21 antes mencionado, explicitó en su Artículo I:

«Las mujeres tendrán derecho a votar en todas las elecciones en igualdad de condiciones con los hombres, sin discriminación alguna.”

Repito: 1954… Si queremos ir a los inicios del sufragismo internacional, tenemos que remontarnos a 1848 con la Declaración de Sentimientos de Seneca Falls en los EEUU, o sea, hace tan solo 174 años. En la historia de la humanidad el reconocimiento internacional del derecho a votar se produce en 1954, es decir, hace tan solo 68 años. Parece inverosímil desde nuestra perspectiva actual y demuestra como el mundo – principalmente masculino- tardó la mayor parte de nuestra historia como especie en darse cuenta o aceptar que el género no tiene nada que ver con la capacidad de trabajar, votar o liderar cualquier ámbito personal, profesional, social o político. 

En España no fue hasta la Constitución de 1931 en la Segunda República Española, y en las Cortes Constituyentes de ese mismo año, que las mujeres pudieron presentarte como candidatas, pero con un sufragio pasivo, es decir, sin plena equiparación al hombre.  Tres mujeres salieron elegidas -de un congreso de 446 diputados- y me gustaría recordar sus nombres en esta celebración del Día de la Mujer: Clara Campoamor, Margarita Nelken y Victoria Kent; mujeres pioneras en España y en el mundo.   Desgraciadamente este derecho al sufragio duró muy poco, porque 5 años más tarde con el inicio de la Guerra Civil de 1936 y la consecuente dictadura franquista, tanto mujeres como hombres perdieron el derecho a votar hasta 1977, dos años después de la muerte del dictador. Resumiendo, la mujer en España ha tenido derecho al voto un total de 50 años de nuestra historia. Como dato es devastador, y ejemplifica por qué queda tanto por hacer a pesar de los avances de las últimas décadas.

Mi vida laboral ha sido siempre muy internacional y he experimentado como la situación laboral ha ido cambiando, a diferentes velocidades según que país. Hace 25 años no había, ni por asomo, la cantidad de mujeres en posiciones directivas que hay hoy. Las juntas directivas de las multinacionales no tenían apenas mujeres en sus filas y era raro encontrarse mujeres en posiciones de liderazgo salvo alguna excepción. Hoy ha cambiado de una forma substancial y lo que es raro es encontrarse juntas directivas sin mujeres. Esto no quiere decir que se haya conseguido una igualdad, en absoluto. Para eso todavía falta mucho, pero los avances han sido importantes.   

Como CEO, y antes como ejecutivo en diferentes compañías, yo siempre tuve claro que los equipos diversos, que reflejan mejor la sociedad real, son mucho mejores para la empresa, tanto a nivel de beneficios como a nivel del personal. Las empresas que se preocupan por la organización humana de una forma activa han aprendido que en la diversidad y en el reflejo de la sociedad está la clave del éxito. Además, las nuevas generaciones de millennials y zoomers ven el mundo desde una perspectiva mucho más abierta, inclusiva y equitativa. A nivel organizacional esto ya no tiene marcha atrás. 

Es mi propia experiencia, en todas las empresas en las que he trabajado como ejecutivo, cuando empezaba casi siempre eran equipos mayoritariamente masculinos por la razón que fuese, pero yo siempre, y sin excepción, cambié esa dinámica creando equipos tanto directivos como de mandos intermedios donde la igualdad, no solo de género si no también de diferentes minorías, fuera patente. De esta forma enviaba un mensaje claro a toda la organización para que se impregnase de la nueva filosofía. La representación a todos los niveles de la empresa es crucial. Todos necesitamos modelos a seguir y es muy importante que la política de reclutamiento tenga esto no solo presente sino imbuido en la política organizativa de la empresa. 

En casi todas las empresas que he dirigido, o he participado en su ejecutiva, he insistido en crear políticas de “reclutamiento ciego” donde el género, raza, religión, procedencia, orientación sexual o edad, no formen parte de las listas de candidatos, asegurando de esta forma evitar los prejuicios inconscientes (o todavía peor, conscientes). Esto no es la panacea, pero es un paso importante para empezar a crear equipos, a todos los niveles de la empresa, compensados y que ejemplifiquen la realidad de la sociedad en la que vivimos: una sociedad diversa, cosmopolita, moderna y con ganas de crear un mundo mejor y más equitativo para todos.

En esta celebración del Día de la Mujer, mis amigas a nivel global me dicen que todavía queda mucho por hacer para conseguir una igualdad real, sin explicaciones, natural y orgánica. Yo tan solo añado mi voz a las suyas. Asistimos perplejos a las injusticias de género en el mundo y a veces en nuestro propio patio trasero, como por ejemplo la nueva ley restrictiva de aborto en Texas y su criminalización. Una vez más un grupo de hombres decidiendo sobre las mujeres y sus vidas sin contar con ellas. Releyendo esta frase me da vergüenza y me parece inverosímil a día de hoy, pero es la realidad. Por no hablar de cientos de millones de mujeres en otras partes del mundo prácticamente sin derechos y sin ninguna equiparación con el hombre.  

No es necesario enumerar aquí las grandes injusticias que todavía existen en nuestro mundo. Me harían falta cientos de hojas para explicarlo y aun así no podría explicar lo inexplicable, que en el siglo XXI todavía haya tantos sitios, tantas situaciones en las que la mujer es relegada a un segundo plano y en algunos casos ni eso.  Mucho se está hablando de la toxicidad masculina y cómo la misoginia sigue siendo un problema enorme en muchas sociedades. Desgraciadamente así es, y todos debemos como seres humanos ser conscientes de nuestras propias deficiencias y falta de sofisticación intelectual para luchar junto con nuestras hermanas, madres, amigas, esposas, hijas, cuñadas, sobrinas y demás mujeres en la consecución de una sociedad que realmente vea al prójimo como un igual sin importar en absoluto el género – o cualquier otra característica- de la persona que está en frente. Todos somos humanos y como tales deberíamos comportarnos.

Y a ti, hombre del siglo XXI, te pregunto directamente: ¿de verdad crees que una mujer no puede hacer tu trabajo tan bien o mejor que tú? ¿De verdad crees que una mujer por el hecho de engendrar prole está más limitada en el desarrollo de cualquier función?  ¿Cuándo piensas en el ámbito profesional, solo piensas en trabajar con gente que son como tú, sin variación, sin recibir ninguna aportación de gente diferente a ti? Y si es así, ¿de verdad crees que tu empresa puede prosperar en el siglo XXI, sin contar con el 50% de la población? Las respuestas son obvias, creo yo, pero sigamos luchando para crear una sociedad equitativa, transparente, justa y celebremos este Día Internacional de la Mujer dando gracias y apoyo a todas las mujeres de nuestras vidas pasadas y futuras. Queda mucho por hacer, pero entiendo que nuestra sociedad está lista para avanzar en los cambios necesarios que nos traigan finalmente una mayor igualdad y equidad social. Yo voto por un mundo justo y equitativo. ¡Únete!