No estamos de vacaciones. Las empresas que han decidido enviar a sus trabajadores a casa, en unos casos, los que se puede, para teletrabajar, y en otros cerrando, lo han hecho en un ejercicio de responsabilidad que honra a sus directivos y/o propietarios. El coste que esta decisión va a suponer para muchas empresas será elevado y es de esperar que el Gobierno esté a la altura para paliar los efectos.

Pero me siento terriblemente decepcionada. ¿Qué les sucede a muchos de nuestros compatriotas? ¿Es que no han entendido nada? El esfuerzo conjunto merece mucho más respeto del que una parte de la población ha demostrado porque hay muchas personas jugándose la vida para que los demás tengamos futuro.

Las primeras medidas que aconsejaban el teletrabajo venían en muchos casos a resolver el problema de gran cantidad de padres con el cierre de los colegios y guarderías. ¡Un punto a favor de las empresas que así lo entendieron! Después se han ido sumando diferentes motivos hasta llegar a la razón más universal que no es otra que evitar el colapso de los servicios sanitarios. Y no se trata solo de un contagio por el coronavirus, sino que un accidente, un infarto o una simple apendicitis podrían ser causa de muerte si los hospitales se saturaran.

Otra vez me aflora nuestro refranero. “Cuando las barbas de tu vecino veas rapar, pon las tuyas a remojar”. ¿No es suficiente ver lo que sucede en Italia para darnos cuenta de la urgencia de cortar de raíz la propagación del virus? Pues parece que no y una parte de los españoles primero entendieron que se acercaba el Apocalipsis y arrasaron los supermercados, y después se lanzaron a celebrar que sus despensas estaban llenas en bares y terrazas mientras los niños jugaban en los parques.

El aislamiento en casa es la mejor, y casi única, opción para evitar que los contagios continúen. Entre todos tenemos que evitar que la curva siga elevándose y no hay otro medio. Esto no es una maldición divina, se trata de algo muy terrenal que no podemos dejar que nos venza. No en el siglo xxi, no con todos los avances que ha hecho la humanidad.

El Estado de Alerta no nos hace felices a ninguno, pero no hay otra solución. Es cierto que se han dejado demasiados flecos al aire y que algunos hubiéramos tomado algún camino diferente, pero no queda otra que volver a utilizar el menos común de los sentidos y apelar al buen criterio de cada uno, remando en una misma dirección. Una vez más España se enfrenta a un momento crítico en el que demostrar que somos un gran país.

Ya lo hemos hecho en el pasado y volveremos a hacerlo. Cuando los españoles nos unimos para alcanzar una meta no hay quien nos pare, lo sabemos, somos fuertes y únicos. Somos una raza de héroes, solo que esta vez necesitamos construir un único héroe entre todos.

Dicen que de la adversidad siempre hay que sacar enseñanzas, aprovechemos la ocasión y construyamos una nueva sociedad. Tenemos los mimbres, construyamos con ellos.