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Bethlem Boronat

Directora del Máster de Customer Experience & Innovation en EAE Business School

Estamos un año más cerca de las fechas clave que, tiempo atrás, se marcaron como hitos para revertir la carrera contra el cambio climático, pero no parece que seamos capaces de plantear acciones y actuaciones que sean realmente impactantes para el planeta. Y no solo el planeta como lugar geográfico y espacio medioambiental, sino también como espacio social. Un aspecto que tenemos que tener en cuenta para poder reorientar nuestro comportamiento hacia la Sostenibilidad y que a menudo se nos olvida, es que una sociedad injusta y desigual será siempre más proclive a impactar en el medio ambiente. Así, las personas que no tienen acceso – por economía, conocimiento o cualquier otra causa- a soluciones que permitan tener actitudes más sostenibles se ven obligadas a seguir generando impactos negativos, aunque no quieran. Por eso, el primer compromiso que deberíamos tomar todos, tanto individuos como empresas, es la de la generación de igualdad de oportunidades de acceso a conocimiento y recursos que eviten que una parte de la sociedad tenga más difícil contribuir a un mundo más sostenible.

Además de esta conciencia de igualdad, también deberíamos replantearnos nuestros hábitos de consumo. Siendo honestos, para realizar el cambio rápido y eficaz que necesitamos, seguramente sería necesario cambiar toda la filosofía del sistema, pero eso va a ser complicado a corto plazo, así que, como mínimo, comencemos a plantearnos el día a día de forma responsable. Preguntémonos siempre si eso que vamos a comprar lo necesitamos realmente o es solo un capricho o un impulso. Después, investiguemos si eso que realmente necesitamos está ya producido y podemos comprarlo, por ejemplo, de segunda mano. O en el caso de que sea algo que solo vamos a necesitar puntualmente, si podemos alquilarlo. Por ejemplo, en el Reino Unido existen las bibliotecas de herramientas, en las que, si necesitas un taladro o una grapadora industrial, en lugar de comprarla, la pides prestada a cambio de una pequeña fianza. Al fin y al cabo, ¿quién sabe cuándo la volverás a usar?

Consumir de manera responsable también significa consumir menos y de mayor calidad. Si hablamos de ropa, prendas que perduren y que luego podamos reparar, donar, revender, transformar o compartir, poniendo en práctica los principios de la economía circular que persiguen, de forma resumida, el reaprovechamiento y reutilización de cualquier producto como nueva materia prima para futuros objetos. En otros sectores está la opción de usar materiales que permitan un uso y reuso constante. Reducir el uso de plásticos y optar por materias primas que puedan tener muchas vidas. En el caso de los envases, una solución interesante es pasar del plástico al cristal o a los envases metálicos reutilizables, que pueden volver a usarse para el mismo fin o para otros tantas veces como sea necesario.

Dentro de esa idea de comprar menos y comprar mejor, también podemos echar un vistazo a nuestros comportamientos humanos (y empresariales) cotidianos y ver de qué manera podemos contribuir a reducir nuestra huella. En el transporte, optar por los medios menos contaminantes, empezando por caminar siempre que se pueda y siguiendo por usar bicicletas, triciclos de carga y otros medios de transporte cero contaminantes. Y en caso de que no sea posible, usar transporte público o medios eléctricos e intentar planificar la logística lo mejor posible para aprovechar al máximo cada trayecto.

En nuestra casa, y en nuestras oficinas, plantearnos la necesidad de usar la calefacción o el aire acondicionado de forma continua y descontrolada. No pasa nada por ir abrigado por casa, y se pueden buscar opciones para refrescar la casa con persianas, corrientes de aire y otras técnicas menos contaminantes. De la misma forma, a la hora de comer, pensar qué implica que yo me coma lo que tengo en el plato. Sin dejar de disfrutar de la buena gastronomía, optar por reducir el consumo de carne y pescado, incrementar el consumo de verduras y andar con ojo con los productos hiperprocesados, cuya fabricación también es muy impactante medioambiental y socialmente.

Y, sobre todo, no angustiarse. Todos podemos hacer cosas para mejorar nuestro día a día y todos tenemos responsabilidad y no se trata de agobiarse sino de adoptar buenos hábitos que se queden en nuestro devenir cotidiano.