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Alberto Serrano

Business Transformation Expert de Paradigma Digital

Los modelos de gestión por objetivos no son ninguna novedad, al igual que todos los beneficios que aportan. No obstante, seguimos sin implementarlos o haciéndolo de tal forma que no sacamos su máximo partido. 

La metodología OKR (Objectives & Key Results) lleva con nosotros mucho tiempo, más de medio siglo de hecho. Incluso antes de que OKR se empezase a aplicar en Intel gracias a Andy Grove (1971), ya fue Peter Drucker el que evolucionó el modelo de gestión tradicional de Taylor y Ford, dando a conocer lo que publicó como MBO, Management by Objectives (1954).

No obstante, en muchos casos seguimos quedándonos en la superficie sin llegar a explotar todo su potencial, integrando únicamente un conjunto de prácticas, quedándonos en las modas y el culto al cargamento, y no yendo más allá. El reto está en evolucionar nuestros comportamientos y generar realmente culturas orientadas a objetivos, con mentalidades donde el propósito de lo que hacemos (el para qué y no el por qué) y la toma de decisiones fundamentadas en datos son clave. 

En lo que respecta a la implementación de OKR, solemos encontrar errores superficiales que son más sencillos de solventar, como aquellos en los que los objetivos no están vinculados a la visión y misión de la organización, o que los resultados clave no se definen de forma medible ni cuantitativa. Aunque son los problemas relacionados a comportamientos donde realmente viene el reto, pues es ahí donde tenemos que transformar el ser en lugar de cambiar el hacer. En esta línea, habitualmente encontramos tres grandes antipatrones:

  1. Declaramos muchos objetivos, reduciendo el foco y haciendo difícil ver lo que es realmente importante en cada momento;

  2. Definimos objetivos y resultados en modalidad top-down, evitando sacar el potencial de la inteligencia colectiva y reduciendo el sentimiento de pertenencia;

  3. Vinculamos los objetivos a la remuneración salarial de cada persona, fomentando la suboptimización y generando tensiones poco constructivas entre superación, innovación y consecución.

Gracias a la metodología OKR, entendiéndola y evolucionándola a nuestro contexto, podemos maximizar la rentabilidad y plenitud de nuestros sistemas de forma holística, convirtiéndolos en entornos de alto impacto y fidelización.