Las secuelas del romanticismo en el arte contemporáneo

Cultura | España | Redacción | 11 de febrero de 2020

Museo Reina Sofía

¿Es el arte contemporáneo una reacción anti-romántica o, por el contrario, un neo-romanticismo encubierto, solapado o incluso perverso? Que ciertos rasgos del romanticismo persisten en las diferentes facetas del arte contemporáneo es indudable, pero esclarecer su significado no es tan sencillo. Claro está que el arte contemporáneo, en especial el post-vanguardista, se caracteriza por cuestionar la figura autoritaria del genio. No obstante, ¿se trata de una denegación de la genialidad o de una colectivización o socialización del impulso creativo?

Las vanguardias históricas supusieron una inequívoca subversión contra las obras de arte conservadas en los museos. ¿Hay alguna conexión entre esa crítica del museo y la que el arte contemporáneo presenta en su intención de subvertirlo desde dentro y de hacer hablar en sus salas las zonas más oscuras de su pasado? ¿Qué relación existe entre la intención —inequívoca en pintores como Jacques-Louis David— de poner el arte al servicio de la revolución y el activismo ideológico de los artistas contemporáneos que militan en causas políticas concretas, y cuál es la conexión entre esos movimientos actuales y las hermandades artísticas románticas? ¿Puede la música contemporánea considerarse como un desarrollo de ciertas disonancias y ambigüedades tonales nacidas en el siglo XIX? ¿Cuál es la herencia que las zonas sombrías y macabras del romanticismo, incluidos los espantos de Goya, han dejado en el arte de nuestros días? ¿Se reconocerían los románticos en nuestro arte si pudieran observarnos desde el pasado?

En definitiva, ¿cuál es el significado —seguramente plural y heterogéneo— de las secuelas del romanticismo que están presentes en el arte contemporáneo?