China: objetivo LATAM

María José Camacho | 14 de enero de 2019

China

Napoleón pronosticó ya en el siglo XIX que China era un dragón dormido que, cuando despertara, haría estremecer al mundo. Los contemporáneos del siglo XXI somos testigos directos de esta profecía, puesto que el dragón ha despertado y ya aspira a convertirse en la primera potencia mundial en 2050.

Y, ¿cómo ha sucedido? Tras la caída del muro de Berlín, las relaciones internacionales se han caracterizado por una potencia hegemónica, los Estados Unidos, que ha ejercido un hard power para influir en las regiones de interés para fortalecer su poderío económico y militar. Pero este paradigma internacional ha entrado en discusión tras el despunte de China a finales del siglo XX. China, con más de 1.300 millones de personas, y un sistema político comunista pero capitalista desde el punto de vista económico, ha ido escalando posiciones y ganando cada vez más influencia en regiones tan dispares como África y Latinoamérica. Todo ello con una diplomacia exquisita y una estrategia de soft power mediante el establecimiento de relaciones comerciales.

Entre los objetivos del gigante asiático figura la conquista comercial de América Latina, debido a su población de más de 500 millones de personas y por las cantidades ingentes de recursos naturales por explotar.

En la actualidad, China se ha convertido el actor global a tener en cuenta y capaz de disputar la hegemonía de los Estados Unidos. Entre los objetivos del gigante asiático figura la conquista comercial de América Latina, debido a su población de más de 500 millones de personas y por las cantidades ingentes de recursos naturales por explotar.

En enero de 2018, China invitó a los países de América Latina y el Caribe a sumarse a su proyecto faraónico de la nueva ruta de la seda, rebautizada como Franja y Ruta, como una plataforma para la cooperación mutuamente beneficiosa. Cinco países ya han firmado acuerdos de cooperación con el gigante asiático, ya que China les promete cuantiosas inversiones para desarrollar infraestructuras para desarrollar sus economías. ¿Pero estos acuerdos son realmente provechosos?

La iniciativa de Pekín consiste en la construcción de una franja de corredores terrestres entre países, una ruta de navegación para uso comercial y diversas iniciativas para mejorar las comunicaciones de Asia con Europa, África y Latinoamérica. Ya hay más de 70 países que forman parte del proyecto más destacado del todopoderoso presidente de China, Xi Jinping.

Ya hay más de 70 países que forman parte del proyecto más destacado del todopoderoso presidente de China, Xi Jinping.

Entre los países que ya han firmado en América Latina destaca Panamá, que ya proyecta una obra en ese marco: una línea de tren que conectará a la capital del país con la ciudad occidental de David, con un presupuesto de 5.500 millones de dólares cofinanciado por China.  Otros países que ya han mostrado su interés en la región han sido Bolivia, Antigua y Barbuda, Trinidad y Tobago, y Guyana. Y cada uno de ellos lo hizo con la expectativa de que China realice más obras viales, portuarias, energéticas o de otro tipo en sus territorios.

En el caso de Bolivia, por ejemplo, la iniciativa china abarcaría desde proyectos de construcción de carreteras hasta un corredor bioceánico Atlántico-Pacífico. Pekín señaló a los países de la región que la Franja y Ruta también debe facilitar el comercio, la cooperación financiera y el descubrimiento cultural mutuo para buscar áreas de cooperación.

El año 2018 terminó con Chile uniéndose al proyecto de Franja y Ruta, un nuevo golpe de efecto de China que ya es el socio comercial más destacado del país andino con el que se alcanzan cerca de 35 mil millones de dólares en intercambios comerciales.

China continúa tejiendo su telaraña alrededor de las regiones con mayor interés geoestratégico y con más posibilidades de desarrollo, como son África y América Latina, mientras el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, impulsa políticas contrarias basadas en el proteccionismo y el nacionalismo.

Los escépticos ven el proyecto Franja y Ruta como un mecanismo ideado por China para que sus compañías avancen a escala global. Asimismo, el gobierno de los Estados Unidos se muestra inquieto con la presencia de China en su mal llamado patio trasero que, parece ser, controla cada vez menos. Si Rusia nunca consiguió establecerse de forma permanente en América Latina y disputar el poder de los Estados Unidos, todo parece indicar que China, gracias a su soft power y sin recurrir al poderío militar, va camino de tomar la delantera a las mismísimas puertas de la frontera estadounidense. Alea jacta est.