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Pilar LLácer

Profesora y Directora del Work of the Future Centre de EAE Business School Madrid

La pandemia ha cambiado lo que representa ser valiente, concepto comúnmente utilizado para representar a alguien fuerte y robusto, capaz de acometer una empresa arriesgada a pesar del peligro y el posible temor que suscita. Es decir, ser eficaz, grande y excesivo. 

Sin embargo, una de las grandes virtudes en tiempos de incertidumbre, como los actuales, es la importancia de saber retirarse a tiempo. Y esto va en contra de los grandes eslóganes de gurús y de runners de resistencia extrema que esgrimen luchar hasta el final, con todas las armas y con todas las fuerzas. Tanto en lo personal como en lo profesional, la valentía no consiste en abordar batallas imposibles, sino en dejarlas para comenzar nuevas y diferentes. Dejar de mirar atrás para centrarse en el presente, sin necesidad ni de éxitos pasados ni futuros.

Aprender a deshacerse de lo vivido es muy difícil. Es el territorio de la experiencia, de lo que ha funcionado o no. Un territorio de lo conocido y de la comodidad. Por ese motivo, el actual guerrero, el verdadero talento que necesitan las organizaciones, es el que enfoca todo el esfuerzo en el presente, en una “no certidumbre desconocida”, en la que valen diferentes habilidades, más allá de la resistencia o resiliencia. Por ello, tolerar, aguantar o sufrir se enfrentan a un “para qué” o a un propósito muy difícil de responder.

Aferrarse al pasado, a lo que conocíamos y sabíamos cómo cierto, al territorio de lo experimentado, del confort o de lo seguro, ya no es sostenible. Ni siquiera sirve para el corto plazo, ni tampoco para pensar a medio o largo. Las circunstancias cambian rápido. Sería como conducir con luces cortas.

Los nuevos valientes saben que abordar batallas no es fácil, ni cómodo, ni necesario. Pero no queda otra. Para hacer crecer los negocios y las personas de manera exponencial y sostenible se necesita un talento guerrero que solo se centre en un presente extremo que duele por ser desconocido. Está relacionado con la actitud de muchas personas que piensan “esto ya está perdido, pero, aun así, sigo luchando hasta el final”. ¿Para qué? Si ya sabes el final, abandona la batalla, es lo más duro, pero seguramente sería lo más inteligente.

Poner las luces en un coche es más que girar el mando: a cada circunstancia corresponde un tipo de alumbrado. El conductor debe saber cómo interpretar las circunstancias, adecuar la velocidad y escogerlo en función de cada momento. Las luces de tus ojos, ¿cómo son? Las que no solo nos despejan el camino, también avisan a los demás de qué lugar ocupamos en él. 

Ahora es momento de presente. Así pues, no dudes y, por muy doloroso que sea, deja de mirar al dulce pasado y abandona aquellas batallas que no puedes ganar (y además lo sabías desde el principio).

Liderar consiste en la humildad de dejar territorios conocidos para abordar la incertidumbre con las armas del conocimiento y la pasión. La virtud de saber retirarse
a tiempo de una batalla para ganar la guerra exige sorpresa, emoción, improvisación, pensamiento crítico y, sobre todo, la capacidad para pensar que el éxito no reside en el pasado, sino en el maravilloso presente por muy incierto que sea.