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Eduardo Prieto

Director General de Visa en España

Antes de la pandemia, la distinción entre compra online y física suponía un reto ciertamente problemático para gran parte de las pequeñas y medianas empresas españolas, que habían retrasado su digitalización a otro momento más propicio; que nunca fue tal. Ahora, tras más de dos años de transformación tecnológica acelerada, los espacios físicos y digitales han confluido y su separación es un anacronismo.  Ha ocurrido lo mismo con los pagos, en los que ha primado la experiencia de usuario basada en la simplicidad y seguridad, sin considerar si es un espacio físico o virtual. 

En este escenario, los consumidores nos hemos habituado a pagar compras cotidianas y, generalmente, de pequeño valor de manera digital, tales como hacer la compra en el supermercado o pagar la cena en un restaurante. Al mismo tiempo, parece haber quedado atrás aquella época en la que las tarjetas eran la única alternativa al efectivo, y es que la transformación digital ha abierto un amplio abanico de posibilidades al consumidor para realizar sus pagos desde el dispositivo que prefiera y de manera ágil, cómoda y segura. 

Los pagos en tiempo real también han sido una de las grandes tendencias de la economía digital, que ya se vislumbraba antes del inicio de la pandemia. La inmediatez se ha convertido en un requerimiento en nuestro día a día y los pagos no son ajenos a esta demanda. Esto requiere que los pagos digitales sean accesibles para todo el mundo, en cualquier momento y en cualquier lugar; algo que en Visa llevamos haciendo posible más de 60 años gracias a nuestra red tecnológica (VisaNet), que permite a consumidores y negocios de todo el mundo pagar y ser pagados de manera segura, sencilla y rápida.

Desde el punto de vista del consumidor, aún hay ciertos sectores, como la movilidad urbana, en los que hay que superar una serie de barreras para adaptarse a las expectativas de los usuarios. Ejemplo de ello son los puntos de recarga de los coches eléctricos, donde no existe un estándar generalizado para la aceptación de pagos. En consecuencia, los consumidores tienen una experiencia de usuario que necesita mejorar sustancialmente; ya que tienen que adaptarse a los requerimientos de los diferentes puntos de carga. La transición a los vehículos eléctricos depende de una infraestructura simple y eficaz que la respalde y facilite este desarrollo.

Si nos enfocamos en el mundo empresarial, en el entorno B2B, desde Visa hemos detectado que aún existen ciertos procesos de pago susceptibles de ser mejorados y automatizados para estar al nivel de esa digitalización e inmediatez. Por enumerar algunos: la optimización del cash flow de las empresas que, por la situación actual, se encuentra bajo mucha presión. Por otra parte, los empleados que aún trabajan en remoto han hecho uso de sus tarjetas personales para pagar los gastos corporativos, y los proveedores necesitan formas más eficientes de pagar y recibir pagos.  Al final, no cabe duda de que las empresas necesitan tener visibilidad en tiempo real de los gastos y pagos a realizar para evitar una situación crítica que, en última instancia, pueda afectar a la cadena de suministro.

Las ineficiencias en los pagos B2B no son sólo un problema doméstico, sino también internacional. En el mundo ultra-conectado que hoy vivimos, cualquier negocio o comercio de cualquier lugar tiene la posibilidad de trascender las fronteras nacionales y convertirse en un negocio global. El problema es que los pagos transfronterizos son intrínsecamente complejos e involucran a múltiples partes, monedas, regulaciones, mercados, riesgos y sistemas.

En definitiva, vivimos en un mundo global lleno de complejidades donde la transformación digital ha impactado de manera diferente en consumidores, comercios, entidades financieras o administraciones públicas, generando intereses, demandas y necesidades muy diversas. Pero lejos de buscar las diferencias y poniendo el foco en lo que tenemos en común es la necesidad de ofrecer y recibir experiencias ágiles, rápidas y seguras que faciliten las pequeñas acciones de nuestro día a día. Porque ahí está la clave para adaptarse con éxito a esta realidad digital y conectada.