alvaro quintanilla

Álvaro Quintanilla

Senior partner de Loop New Business Models

Hace casi 65 años Raymond Loewy, padre del Diseño Industrial y autor del libro Lo feo no se vende, reivindicó la belleza como garantía comercial. Hoy sigue siendo absolutamente vigente, pero podríamos añadir que además de lo feo, tampoco vende lo poco amigable, lo no globalizado, lo no conectado, lo no fiable, lo que no sale a tiempo, lo que no se renueva constantemente. Es necesario redefinir el aporte de valor del Diseño Industrial y dar respuesta a las necesidades de siempre en un entorno cambiante.

Vivimos en un mundo realmente complejo e híbrido en el que cada vez es más complicado que un producto triunfe en el mercado y que perdure, por eso se vuelven imprescindibles los procesos sólidos, las metodologías probadas y el foco en el mercado desde el eje producto/servicio. Ante el panorama actual es necesario que los diferentes equipos estén alineados y que la definición de nuevos productos y servicios se desarrolle en sintonía con la estrategia y el modelo de negocio.

Los equipos de Diseño y Desarrollo de Producto, además de seguir basando su estrategia en la tecnología y en las prestaciones de productos o servicios, han desplazado su punto de atención a otras variables, muchas de ellas estratégicas. ¿En qué entorno compiten hoy las empresas? Estos son los cinco grandes retos a los que se enfrenta el sector del Desarrollo de Producto:

El primero de todos es la necesidad de respuestas en un mundo globalizado, realmente complejo e híbrido. En el año 1990 cayó el muro de Berlín; un acontecimiento que daría lugar a una serie de cambios acumulativos muy significativos: la globalización ya estaba en marcha. Ese año se estableció el protocolo World Wide Web, pero hasta finales del siglo XX no llegaría Internet a nuestra vida cotidiana. Hoy en día, y gracias a este avance tecnológico, todas las empresas tienen un terreno de juego más complejo y de alcance mundial.

El segundo gran reto es la irrupción de la inteligencia en el diseño emocional. Desde hace ya muchos años vivimos en una economía emocional, lo que significa que es necesario ponerle emoción a un producto para poder venderlo. Gracias a la revolución digital objetos y sistemas se han vuelto inteligentes siendo capaces de aprender nuestros hábitos y rutinas para hacernos la vida más fácil. Pero no solamente se han vuelto inteligentes los productos, sino que también han empezado a hablarnos y a ser autónomos. Pronto interaccionarán con las personas de una forma nunca vista que no requerirá presencia humana.

Hasta hace muy poco tiempo, los roles en la cadena de creación de un nuevo producto o servicio eran estáticos. Ahora, los roles son completamente líquidos y quien construye el componente de un producto/servicio también se ocupa de su diseño, su desarrollo técnico, su mantenimiento y su evolución. Uno de los retos más importantes del Desarrollo de Producto es dotar a este ecosistema de coherencia y orientarlo hacia la búsqueda de la excelencia.

Un cuarto reto, a causa de los anteriores, es la integración de procesos y reducción de plazos. Actualmente las empresas requieren de procesos de creación de productos, servicios y sistemas totalmente integrados que vayan desde la formulación del modelo de negocio hasta la fabricación en serie; desde el impulso de su conocimiento corporativo hasta la creación de planes de lanzamiento comercial. La orientación de los procesos en un flujo integrado permite impactar en el mercado con productos sorprendentes y únicos en un plazo mucho más reducido de tiempo.

Los retos anteriores desembocan en este último desafío: la customización de productos, servicios y procesos. Vivimos en un mundo caracterizado con el acrónico VUCA: Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo. Ya no sirven las recetas, cada proceso de creación de un nuevo producto o servicio debe ser adaptado a la realidad de cada empresa y mercado. Las propuestas de valor que las empresas lanzan al mercado deben ser únicas y significativas.

Teniendo en cuenta estos retos, hay que saber cómo podemos buscar la excelencia y optimizar procesos complejos. Las fusiones empresariales que estamos experimentando se tienen que entender bajo la visión conjunta del producto-servicio-consumible, elementos que hoy en día no se pueden disociar y deben entenderse bajo el mismo paraguas. Esta nueva visión conjunta es la que está generando nuevos negocios de valor para las compañías. Todas las empresas tienen la necesidad (y la obligación) de mejorar el valor del proceso y de intentar que sus proyectos sean lineales.