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Juan José Montiel

Profesor de EAE Business School

La evolución de la inflación y su impacto en el precio de la cesta de la compra ha sido y es tema recurrente en los medios de comunicación. Y no les falta razón. Así, según el INE, a 30 de abril, aunque la inflación interanual se situaba en el 6,6%, los precios de los alimentos continúan creciendo imparables, salvo algunos grupos como los yogures o las frutas frescas o refrigeradas que reducen su encarecimiento.

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El encarecimiento de la cesta de la compra impacta a corto plazo en una reducción en el consumo. 

Así, la revista Foodretail citaba recientemente el informe del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación que calcula en un 8,9 % la reducción en el volumen de compra por persona en los hogares españoles a noviembre de 2022, mientras que el gasto solo bajó en un 2 %. Es decir, gastamos aproximadamente lo mismo para comprar casi un 10% menos de alimentos. 

Sin embargo, a largo plazo, la inflación tiene un impacto negativo estructural importantísimo, que no ha sido tan comentado, (y) como es el progresivo empobrecimiento de los hogares españoles. 

Así, mientras que, en el año 2020, el confinamiento favoreció el ahorro elevándolo hasta el 14,8 % de la renta disponible, a finales del 2022, la tasa se redujo hasta el 7,2 %. Es más, en un entorno con altas tensiones inflacionarias como el actual, nuestras familias podrán dedicar menos renta al ahorro y, según las previsiones de FUNCAS en su documento Previsiones económicas para España publicado el pasado 17 de abril, estima que la tasa de ahorro de las familias seguirá bajando a lo largo de 2023 y se situará en torno al 6,7 % a finales de año y se estabilizará en torno al 3,5 % a finales de 2024. 

Con estos datos en la mano concluimos que, nunca en los últimos 32 años se han visto nuestras familias en una situación semejante. Ni siquiera en 2007, con el 5,9 %, o en 2018 con el 4,8 %. Si la capacidad de ahorro se reduce tanto, la consecuencia es que muchas familias no sólo no pueden vivir al día, sino que deben echar mano de sus ahorros para afrontar los efectos perversos de la inflación.

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Paradójicamente, mientras nuestras familias se empobrecen, el fisco engrosa sus arcas a costa de nuestros cada vez más vacíos bolsillos. En su Informe anual de recaudación tributaria, Hacienda reconoce que, durante el pasado año, incrementó su recaudación por IRPF en un 15,8 %, el IVA en un 13,9 % y el impuesto de sociedades en un 20,8 %.

Es más, según el informe de Competitividad fiscal 2022 del Instituto de Estudios Económicos (IEE), publicado el pasado enero, la presión fiscal normativa en España es la cuarta más alta de los 38 países analizados. De igual manera, el esfuerzo fiscal, que relaciona el PIB per cápita de cada país con la presión fiscal , es en España un 52 % superior a la media de la UE. En palabras del citado informe “Entre las grandes economías avanzadas, ninguna presenta un esfuerzo fiscal superior al de nuestro país.”

De igual manera, el IEE destaca en su informe que, mientras que los ingresos tributarios presupuestados para el 2023 superarán en 50.000 millones de euros a la recaudación del 2019, es decir, +23,4 %, el PIB solo ha crecido en un 11,5 % desde entonces. 

En resumen, mientras las familias españolas continuamos empobreciéndonos, Hacienda, con su tradicional voracidad recaudatoria, se dedica cada vez con más ahínco, a esquilmar nuestros bolsillos. ¿Recuerdan la fábula de la gallina de los huevos de oro y cómo terminó? Algunos no aprenden.